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Educación y feminismo: María Luisa Dolz y Arango, una obra olvidada

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Educación y feminismo: María Luisa Dolz y Arango, una obra olvidada

Julio 26, 2023 - 12:52
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La participación de la mujer cubana en la enseñanza permite entender por qué, en los años 20 del pasado siglo, se graduaban en Cuba proporcionalmente tantas mujeres como en las universidades de EEUU.

María Luisa Dolz y Arango (1854-1928), escritora, ensayista, feminista y pedagoga, descolló en la lucha por la educación y por la emancipación de la mujer. Titulada en 1876 como maestra de enseñanza primaria elemental, y al año siguiente de maestra primaria superior, fue la primera cubana en obtener el diploma de bachiller (1888), el título de licenciada en Ciencias Físicas Naturales (1890), y el doctorado en esa especialidad en la Universidad de La Habana (1899).

La participación de la mujer cubana en la enseñanza cuenta con una tradición. En la primera mitad del siglo XIX se generalizaron las "escuelas de amigas", así llamadas porque fueron impulsadas desde la Sociedad Económica de Amigos del País, y dirigidas generalmente por mujeres negras y pardas libres. El censo de 1899, periodo que marca el tránsito del régimen colonial  a la República, arrojó la existencia de 2.708 maestros, de los cuales 1.502 —el 54,46%— eran mujeres: una de ellas era María Luisa Dolz. Esa tradición permite entender por qué en los años 20 del pasado siglo en Cuba, se graduaban, proporcionalmente, tantas mujeres como en las universidades norteamericanas.

María Luisa Dolz, procedente de una familia con sólida posición económica, recibió una educación esmerada. Su vocación magisterial se manifestó desde el hogar, enseñando a los cuatro hermanos menores. En 1872 inició su labor docente en el colegio Nuestra Señora de la Piedad, y en 1879 asumió la dirección del afamado colegio para alumnas Isabel la Católica, que abrió sus puertas en la calle Sol 54, luego en Acosta 17 y desde 1897 en el cruce de las calles Prado y Colón. María Luisa adquirió en propiedad ese colegio, en 1901, lo rebautizó con su nombre y lo convirtió en el primer colegio de segunda enseñanza para mujeres en Cuba. En 1885, su plantel se incorporó al Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana, a partir del cual las jóvenes estudiantes podían acceder a la educación universitaria.

María Luisa Dolz desafió los valores tradicionales que se enseñaban a las mujeres, revolucionó la educación primaria de las niñas y formó varias generaciones de maestras, imbuidas de las doctrinas de independencia nacional y liberación de la mujer. Su colegio fue el primero en Cuba en introducir los ejercicios físicos, en una época en que esa práctica se consideraba que masculinizaba a la mujer. Ella fue pionera en aplicar la educación participativa con el fin de promover el pensamiento independiente en los educandos. También la primera en vincular a hombres y mujeres en la impartición de las clases. Su claustro de profesores contó con pedagogos de la talla de Enrique José Varona, Carlos de la Torre, Rafael Montoro y Ramón Meza. Por todo ello se le considera precursora de la educación de la mujer y primera feminista moderna de Cuba.

La necesidad permanente de ampliar y perfeccionar su labor educativa la llevó a estudiar la obra de grandes científicos y pedagogos. Visitó las exposiciones internacionales de Chicago en 1893, París en 1900 y Lieja (Bélgica) en 1905. Con posterioridad visitó varias instituciones en Alemania, donde por sus conocimientos del reclusorio para niñas de Guanajay, recorrió una escuela reformatoria y otras correccionales y católicas, de las que se nutrió con las más novedosas prácticas pedagógicas. De esos viajes dio cuenta en sus intervenciones como delegada al I Congreso Pedagógico Cubano, celebrado en La Habana en mayo de 1913.

Integrante del pelotón de avanzada del movimiento feminista y sufragista, en una sociedad dominada por patrones de conducta sexista y discriminatorias, María Luisa Dolz utilizó las oportunidades que le brindaba la sociedad civil para impulsar las iniciativas dirigidas a la emancipación de la mujer, tales como el derecho al voto, el enfrentamiento a las drogas y la prostitución. En 1916, se presentó un proyecto de ley para garantizar a las mujeres casadas la libre gestión de sus bienes. Aprobado por el Senado, se convirtió en ley en 1917, año en que se fundó el Club Femenino de Cuba para luchar por el derecho al sufragio. Luego, en el Primer Congreso Nacional de Mujeres (abril de 1923), al que asistieron 31 asociaciones que abarcaban todo el espectro femenino de Cuba, María Luisa presentó su ponencia Misión social de la mujer. Los ensayos, artículos y ponencias de ese congreso se tuvieron en cuenta en 1939, cuando previo a la Asamblea Constituyente, las mujeres convocaron al Tercer Congreso Nacional de Mujeres, el cual aprobó resoluciones que exigían "una garantía constitucional para la igualdad de derechos de la mujer", anhelo plasmado en el Artículo 97 de la Constitución de 1940: "Se establece para todos los ciudadanos cubanos, como derecho, deber y función, el sufragio universal, igualitario y secreto".

Por sus méritos, María Luisa Dolz formó parte como miembro pleno de sociedades pedagógicas e intelectuales: presidente del Tribunal para Oposiciones a Cátedras de las Escuela Normal de Maestras en La Habana (fundada en 1890), miembro corresponsal en Cuba de la Liga de Escuelas de Bruselas, así como de diversas sociedades científicas y sociales. Publicó artículos en diversos medios de prensa como El Fígaro, Patria, Cuba Pedagógica, Cultural y Diario de la Marina.

Sus últimas palabras en la arena pública,  expresadas en la sede de la Academia de Ciencias en 1924, fueron: "Pienso que si el cielo me ha otorgado un cerebro que alberga alguna idea, una voluntad que supo encauzarla e impulsarla y una energía que venció las barreras del camino, esos dones no han sido para mi orgullo ni para mi envanecimiento, sino para que los devolviera en beneficios a la sociedad en que convivo". Un pronunciamiento en consonancia con el postulado martiano: "Al venir la tierra, todo hombre tiene derecho a que se le eduque, y después, en pago, el deber de contribuir a la educación de los demás".

Sobre ella, el ilustre pedagogo Enrique José Varona, escribió en 1895: "A la señorita Dolz no le ha faltado, a lo menos en los últimos años, el estímulo del aprecio público; pero los que la hemos seguido de cerca, en el camino de sus progresos y en el desarrollo perseverante de sus planes, sabemos que el verdadero resorte de su espíritu ha sido su carácter entero, reposado e infatigable".

A 95 años de su desaparición física, la obra y los aportes de María Luisa Dolz continúan desconocidos, no solo para la mayoría de los cubanos, sino incluso para el profesorado. Un desconocimiento de la historia directamente relacionado con el  retroceso sufrido en la enseñanza luego de más de 60 años de totalitarismo en Cuba.

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