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El padre Varela, promotor de cambios esenciales

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El padre Varela, promotor de cambios esenciales

Septiembre 13, 2019 - 10:08

Aprender a pensar consiste en que la persona, libre de condicionamientos, encuentre la verdad que lleva dentro y desde ella, con libertad de espíritu, actúe en consecuencia.

Presbítero Félix Varela y Morales

Félix Francisco José María de la Concepción Varela y Morales (1778-1853), el padre Varela, estudió en el Seminario San Carlos y en la Real y Pontificia Universidad de San Gerónimo de La Habana. Fue ordenado diácono en 1810 y sacerdote en 1811. Su vida transcurrió durante el auge de la plantación azucarera, del sistema esclavista y de la independencia de las colonias españolas de América; un contexto caracterizado por las contradicciones entre metrópoli y colonia, criollos y peninsulares y entre amos y esclavos.

El padre Varela fue el primero que habló de patria referido a todo el territorio nacional, evolucionó desde la autonomía hasta fundamentar la necesidad de la independencia, se desplazó desde el buen trato a los esclavos hasta la abolición de la esclavitud, le trazó un rumbo propio al pensamiento cubano, se empeñó en enseñarnos a pensar e introdujo la ética en los estudios científicos, sociales y políticos.

En el Seminario San Carlos el padre Varela había ocupado las cátedras de Latinidad y de Filosofía. Resultado de la restauración en España de la Constitución liberal de 1812 se estableció en el Seminario la cátedra de Constitución, que a propuesta del Obispo Espada, fue ocupada por Varela. En el discurso inaugural de esa institución expresó: “Y yo llamaría a esta Cátedra, la cátedra de la libertad, de los derechos del hombre, de las garantías nacionales, de la regeneración de la ilustre España, la fuente de virtudes cívicas, la base del gran edificio de nuestra felicidad, la que por primera vez ha conciliado entre nosotros las leyes con la filosofía… la que contiene al fanático y déspota…”.

En las Cartas a Elpidio, Varela insistió en la idea vital de ejercitar la virtud. Para ello -decía- se impone, primero, empezar a pensar; un proyecto que dos siglos después continúa pendiente de realización. Su insistencia en la ética se explica por el carácter primario y esencial que la misma tiene en las relaciones humanas; por el papel que desempeña en los cambios sociales; por ser portadora del principio absoluto de la igualdad entre los seres humanos y por constituir el fundamento de la participación ciudadana.

Varela elaboró un Proyecto de Autonomía para la Isla de carácter liberal y progresista, dirigido a proveer a sus moradores de todos los recursos sin romper el sistema político establecido; institucionalizar a las diputaciones provinciales como un cuerpo consultivo integrado por un miembro representante de cada partido; ampliar las facultades de esas diputaciones como barrera a la arbitrariedad y robustecer la autoridad de los que mandan en América. Ideas dirigidas a aumentar los derechos de los nacidos en la Isla, sin excluir a los originarios de África.

Ante la tozudez del gobierno de España por impedir la autonomía, Varela evolucionó hasta el independentismo. Comprendida la imposibilidad de la independencia inmediata concentró sus esfuerzos en enseñar a pensar, en la formación de conciencia y de virtudes en los futuros sujetos del cambio: una rareza en nuestra historia.

Aprender a pensar consiste en que la persona, libre de condicionamientos, encuentre la verdad que lleva dentro y desde ella, con libertad de espíritu, actúe en consecuencia para promover los cambios sociales; pues, como él mismo expresara de forma enfática: no hay patria sin virtud.

– En Tranquilidad de la isla de Cuba, escribió: “Yo opino que la revolución o mejor dicho; el cambio político de la isla de Cuba es inevitable. Bajo este supuesto, para sacar todas las ventajas posibles y aminorar los males, debe anticiparse y hacerse por los mismos habitantes…”.

– En Conspiraciones en la isla de Cuba, expresó: “Quiera Dios que el disgusto general no conduzca a una revolución sangrienta, por ser fruto de la desesperación”.

– En Consideraciones sobre el Estado actual de la isla de Cuba, consciente de las dificultades, sentenció: “Es preciso no perder de vista que en la isla de Cuba no hay opinión política, no hay otra opinión que la mercantil” y agregó: “es preciso no equivocarse. En la isla de Cuba no hay amor a España, ni a Colombia, ni a México, ni a nadie más que a las cajas de azúcar y a los sacos de café”.

En Memoria sobre la esclavitud y en el Proyecto de Decreto para su abolición, publicado también en Escritos políticos, expresó su preocupación sobre la exclusión de los originarios de África, que eran la mayoría de la población en Cuba: los esclavos-dijo- son empleados en la agricultura y los servicios domésticos, mientras los mulatos se emplean en las artes, razón por la cual por cada artista blanco hay 20 de color; por tanto la agricultura y las artes dependen de los originarios de África y si quisieran arruinarnos bastaría con que suspendan sus labores.

En estas citas Varela plantea la necesidad de la independencia, reconoce las dificultades para lograrla, la complejidad de la composición social en Cuba y rechaza el empleo de la violencia revolucionaria.

Sin sus aportes no se puede entender el carácter avanzado de los derechos refrendados en las constituciones mambisas ni en las republicanas, como tampoco se puede entender el retroceso sufrido con las constituciones de 1976 y 2019. En decir, no se puede entender la historia de Cuba. Con razón José de la Luz y Caballero lo definió como nuestro verdadero civilizador y José Martí lo llamó patriota entero.

Su obra y su vida nos invita a retomar esa inconclusa labor: aprender a pensar y a actuar en consecuencia. Ahora, cuando Cuba no tiene más opción que cambiar o desaparecer, la ética y la virtud, esas añejas carencias, sobresalen entre las necesidades más urgentes. Sin ellas podrán producirse cambios y se producirán, como antes se produjeron, pero no serán los cambios esenciales que la realidad cubana demanda.