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Fuerza y debilidad del 11J

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Fuerza y debilidad del 11J

Julio 20, 2022 - 16:07
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El impacto renovador del 11J y de los acontecimientos similares que ocurrirán en Cuba obliga a sacar el mayor provecho de lo acontecido.

Por su naturaleza antihumana los sistemas totalitarios están imposibilitados para satisfacer las necesidades mínimas de los pueblos. El caso de Cuba constituye un ejemplo paradigmático de esa ley. A pesar de haberse sostenido durante décadas gracias a las subvenciones de los aliados ideológicos y de los préstamos capitalistas que no ha pagado, la pobreza crece a un ritmo indetenible.

El estado de inconformidad creciente, favorecido por las nuevas generaciones de cubanos y la irrupción de las novísimas tecnologías de la comunicación, rompieron uno de los flancos del totalitarismo cubano: el monopolio del Estado sobre la información que desembocó en las manifestaciones públicas del 11 de julio de 2021 (11J).

Una peculiaridad de ese hecho es que Cuba, tras cuatro siglos de colonialismo, 30 años de guerras independentistas y cuatro años de dominación extranjera, emergió como república huérfana de prácticas democráticas y una economía en ruinas resultado de las guerras. Sin embargo, en los 56 años que separan a 1902 de 1958 —menos de la vida promedio de una persona— en esa República aunque quedaba mucho por hacer, se mejoraron las deplorables condiciones de salubridad, se rebajó el analfabetismo del 57% al 23%, se promulgó la Constitución de 1940, una de las más avanzadas del mundo y Cuba se ubicó en el pelotón de los primeros países de América Latina.

Hoy, a 63 años de la revolución que prometió liquidar los males pendientes, el país se encuentra en la crisis más profunda de su historia. La causa del retroceso: el desmontaje de la institucionalidad, la eliminación y/o subordinación de la sociedad civil al Estado, la desaparición del ciudadano y su conversión en súbdito, el monopolio estatal de la propiedad, de la enseñanza, de la cultura y de la comunicación; factores que condicionaron una psicología de impotencia, miedo, conformismo y desesperanza.

Nunca antes del 11J miles de compatriotas, a pesar de carecer de instrumentos cívicos tan elementales como los derechos y libertades de expresión, asociación y reunión, de forma espontánea y simultánea se manifestaron por el cambio a lo largo y ancho de la geografía cubana. El impacto estremeció al poder y echó por tierra la repetida y manipulada frase que generó una conducta de impotencia ante el orden establecido: "Esto no hay quien lo arregle, pero tampoco quien lo tumbe".

El poder, huérfano de voluntad política para asumir los cambios que la realidad demanda, respondió con una brutal represión contra el pueblo que dejó el saldo de un manifestante muerto, casi 1.500 detenidos, de ellos unos 500 condenados a elevadas penas por hacer uso del derecho de manifestación pública; saldo que ensanchó la distancia ya existente entre pueblo y Gobierno.

Los cambios de hombres, de gobiernos y de sistemas en Cuba, mediante revoluciones o elecciones, cuentan con una abultada historia. Por tanto tan importante es la necesidad de un nuevo cambio como la de desentrañar los factores que una y otra vez han conducido al retroceso.

El primer aniversario del 11J ofrece una oportunidad para reflexionar tanto sobre su alcance como sobre sus limitaciones, lo cual obliga a dirigirnos a hechos anteriores y figuras que enfrentaron situaciones similares a las actuales.

En 1919 el sabio cubano Fernando Ortiz, quien incorporó sus estudios científicos a la práctica política, escribió "La crisis política cubana: sus causas y sus remedios", texto en el que analizó acontecimientos políticos de la primera y segunda década del siglo XX, como fueron la Guerrita de Agosto de 1906 y la revuelta de 1917 conocida como "La Chambelona" y delimitó un conjunto de factores negativos que, con independencia de la época en que lo hizo, conservan toda su validez en el presente.

Entre esos factores negativos, Ortiz enumeró:

La falta de preparación histórica del pueblo cubano para el ejercicio de los derechos políticos; una cultura deficiente en las clases directoras que impide refrenar sus egoísmos; la impulsividad, una debilidad psicológica del carácter cubano que nos lleva con frecuencia a actuaciones intensas, pero rápidas, precipitadas, impremeditadas y violentas.

La falta de independencia del Poder Judicial, de una ley de orden público y de otras leyes complementarias de la Constitución que garanticen el ejercicio de las libertades, lo que aumenta la indefensión cívica del pueblo ante el exceso de poder personal del presidente.

El pesimismo criollo, que hace pensar al pueblo que la lucha contra esos males es estéril y fuera de las posibilidades de su poder.

En consecuencia con esos y otros males expuso los correspondientes remedios: el fomento de la cultura como la mejor manera de refrenar la corrupción y fortificar el sentimiento nacionalista. La no reelección presidencial, la restricción de las facultades personales del presidente; la independencia absoluta del Poder Judicial y del Ministerio Fiscal; leyes complementarias de la Constitución de orden público, asociaciones, reuniones, prensa, penal, etcétera y recuperar la confianza en el esfuerzo nacional.

Esos males indican que tan o más importante que sacar al Gobierno del poder es preparar a los sujetos del cambio. Sin ello habrá cambios, pero no los que reclama la sufrida nación cubana; una preparación que implica la reconversión de los cubanos en ciudadanos.

A manera de conclusión

El impacto renovador del 11J y de los acontecimientos similares que continuarán hasta tanto se produzcan cambios estructurales, obligan a sacar el mayor provecho de lo acontecido como requisito para romper ese círculo vicioso que una vez y otra nos retrotrae al punto de partida.

El caudal de ideas y propuestas de Fernando Ortiz —quien consideraba que "los pueblos grandes son los que son grandes en virtudes cívicas"— conservan tanta o más vigencia que en la época en que las formuló, pues la crisis política que analizó en 1919 es la misma de hoy, pero aún más profunda, lo que significa que los males se han conservado al extremo de colocar la nación cubana en la frontera de la hambruna y al borde del desmembramiento.

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