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La invasión a Ucrania: la gobernanza en las relaciones internacionales

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La invasión a Ucrania: la gobernanza en las relaciones internacionales

Marzo 30, 2022 - 17:16
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La incapacidad demostrada por la ONU para garantizar la paz, obliga a una reforma que complemente a los estados con la participación de la sociedad civil.

A lo largo de la historia de la humanidad las guerras, que han causado la muerte y el sufrimiento a miles de millones de personas, continúan provocando víctimas. Por la capacidad destructiva de los armamentos, la invasión ordenada por Vladimir Putin contra Ucrania puede conducir a una conflagración mundial y a la desaparición de la especie humana.

Repasando algunas de las guerras ocurridas en los dos últimos siglos, vemos que en 1815, tras la derrota de Napoleón Bonaparte en Waterloo, las potencias que resultaron vencedoras, reunidas en el Congreso de Viena, restablecieron las fronteras anteriores a la Revolución francesa de 1789, restituyeron la dinastía de los Borbones en la figura de Luis XVIII y tomaron acuerdos para evitar que se repitiera una guerra similar. Pero la guerra se repitió.

Un siglo después, en 1919, al concluir la Primera Guerra Mundial, las potencias vencedoras fundaron la Sociedad de las Naciones con el objetivo de fomentar las relaciones internacionales basadas en la paz. Sin embargo, dos décadas después comenzó la Segunda Guerra Mundial.

En 1939, Alemania firmó un pacto secreto de no agresión con la Unión Soviética, mediante el cual Hitler atacó y ocupó la mitad occidental y Stalin la mitad oriental de Polonia, dando inicio a la Segunda Guerra Mundial, que finalizó en 1945 con la derrota de Alemania, Italia y Japón, y la firma de la Carta de las Naciones Unidas para garantizar la paz y la seguridad internacionales, fomentar entre las naciones relaciones de amistad basadas en el respeto al principio de la igualdad de derechos y de la libre determinación de los pueblos y la amistad entre las naciones y abstenerse de recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza contra otros Estados. A pesar de ello, los conflictos armados continuaron.

De esa guerra surgió un mundo bipolar con EEUU y la Unión Soviética como superpotencias y comenzó la Guerra Fría. Con el hundimiento de la Unión Soviética en 1991 se inauguró un mundo unipolar encabezado por EEUU. De esa fecha a la actualidad las guerras con mayor o menor intensidad continuaron en todas las regiones del mundo; lo que demostró la incapacidad de las normas establecidas para garantizar la paz.

La invasión de Rusia a Ucrania —si no desemboca en una Tercera Guerra Mundial— será una nueva oportunidad, quizás la última para, junto a los inevitables cambios en la regionalización de la economía mundial y el aumento en gastos de defensa, remodelar un nuevo orden internacional capaz de garantizar la paz de forma efectiva. Sin embargo, tal propósito, al margen de los pueblos y de la sociedad civil, en mi opinión será imposible.

La ONU está integrada por estados; mientras los pueblos que cargan con las víctimas de las guerras, están excluidos de participar en decisiones tan cruciales para sus vidas.

Uno de los estados miembros del Consejo de Seguridad de la ONU, cuya principal responsabilidad es preservar la paz y la seguridad internacionales, ha sido el agresor de Ucrania. Otro de sus miembros, China, no condenó la invasión. Tal hecho descalifica a ese órgano para ejercer la función asignada por la Carta de las Naciones Unidas. Por tanto, con independencia de cómo termine la guerra, la incapacidad demostrada para garantizar la paz, obliga a una reforma que complemente a los estados con la participación de la sociedad civil, en representación de los pueblos, mediante una institución paralela a la ONU o como parte intrínseca de la misma.

Se trata de la extensión del concepto de gobernanza a las relaciones internacionales; entendiendo por ello una nueva forma de gobernar colegiada entre gobiernos y sociedad civil para democratizar la toma de decisiones en el manejo de los conflictos internacionales que puedan conducir a las guerras. Tal estructura tiene que acompañarse con un nuevo marco jurídico, pero  fundamentalmente con una acción educativa mancomunada para fomentar paz, el amor y la amistad entre todas las naciones.

Tres opiniones avalan la necesidad de una acción educativa: 1- El ingeniero José Ramón López, en un artículo publicado en 2005 en la revista digital Consenso, planteó que las propiedades de un sistema determinan las propiedades de sus componentes y los vínculos entre ellos. Ningún sistema puede ser mejor que sus componentes; por tanto, el mejoramiento del sistema sociedad es imposible sin el mejoramiento de sus componentes, las personas. 2- José Ortega y Gasset en La rebelión de las masas escribió: "Todo, todo, es posible en la historia —lo mismo el progreso triunfal e indefinido que la periódica regresión—". Y 3- Abraham Lincoln, el 19 de noviembre de 1863, en sus reflexiones concentró la idea de la democracia en su famosa frase: "el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo".

Por las guerras desatadas a lo largo de miles de años, tenemos que aceptar, nos guste o no, que los humanos hemos cambiado muy poco y en algunos aspectos hemos retrocedido. Se imponen, pues, cambios en el ser humano; un camino largo, complejo, laborioso, pero ineludible.

Si la humanidad no quiere desaparecer —escribió Gonzalo Arias, decano de los pacifistas españoles— "hay que descartar la fuerza bruta y confiar más en las cualidades espirituales". Y esas cualidades hay que formarlas para contar con ciudadanos capaces de asumir responsabilidades desde la sociedad civil para fomentar, garantizar y preservar la paz; algo que no puede continuar como responsabilidad exclusiva de los gobiernos, menos cuando muchos de ellos no han sido elegidos libremente por sus pueblos.

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