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La prensa oficial y el presidente

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La prensa oficial y el presidente

Septiembre 15, 2021 - 10:40
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En la reciente reunión de Díaz-Canel con periodistas, pudo comprobarse que incluso dentro del oficialismo existen distintas versiones de cómo ha de ser el periodismo.

Concebida como un mecanismo de propaganda y defensa del totalitarismo, la prensa oficial cubana nació afiliada al periodismo ideológico que predominó desde la segunda mitad del siglo XIX hasta las dos primeras décadas del siguiente siglo; una forma de periodismo carente de la esencia de esa profesión: la verdad, la transparencia y la libertad de expresión.

Su mal de nacimiento, devenido endémico, se remonta a 1962, cuando tres de las organizaciones que tomaron parte en la lucha insurreccional —el Movimiento 26 de Julio, el Directorio Revolucionario y el Partido Socialista Popular— se unieron en las Organizaciones Revolucionarias Integradas, renombradas en 1963 como Partido Unido de la Revolución Socialista, del cual en 1965 emergió el Partido Comunista de Cuba (PCC).

Antes de ese proceso el periodismo que existió en Cuba —conformado por una diversidad de órganos de prensa escritos, radiales y televisivos—, reflejaba la diversidad de opiniones e intereses de los diversos sectores de la sociedad cubana y desempeñó un papel decisivo en los cambios políticos, económicos, sociales y culturales ocurridos hasta 1958.

A partir de 1959, paralelo a la concentración de la propiedad y del poder, salvo los diarios Noticias de Hoy, Revolución, La Calle y El Mundo, todos los órganos de prensa fueron nacionalizados por el Estado. En octubre de 1965, junto a la creación del PCC, de la fusión de Noticias de Hoy y Revolución nació Granma como órgano oficial del partido único, el que, junto a Juventud Rebelde, Trabajadores y los órganos provinciales, conformaron la red actual de propaganda del Partido-Estado-Gobierno.

Con el monopolio de los medios de comunicación en manos del único partido político permitido, la prensa oficial al trasmitir —parafraseando al cantautor cubano Pedro Luis Ferrer— una sola "verdad" y un "único pensamiento", el concepto de periodismo, entendido como la trasmisión de mensajes precisos, rápidos y apegados, desapareció del escenario cubano.

Esos lados flacos de la propaganda partidista, disfrazada de periodismo, se manifestaron a lo largo de su existencia de forma solapada, pero en la reunión sostenida entre periodistas y funcionarios y el presidente Miguel Díaz-Canel, el pasado 19 de agosto, los lados flacos se hicieron públicos.

La subordinación a los dictados del Partido-Estado-Gobierno, el criterio único y la pérdida de credibilidad —resultado de la defensa acrítica del totalitarismo implantado—, aunque había sido expuesta por la prensa independiente y algunos intelectuales críticos, ahora se escuchó de boca de los propios periodistas oficiales.

Teniendo en cuenta el rigor ideológico con que se seleccionan tanto los estudiantes como los graduados que ejercen esa función oficial, las opiniones vertidas por algunos de ellos, que como oficialistas son copartícipes y corresponsables del estado de la prensa, da la medida de la magnitud de la crisis. Veamos una síntesis de los planteamientos expresados:

Obviando los que plantearon crear un Gabinete de Guerra para defender el status quo, otros dijeron cosas como las siguientes: periodismo cargado de consignas, retórica y triunfalismo; necesidad de otro modelo de periodismo; imposibilidad de hacer periodismo sin transparencia; discursos de los dirigentes que no llegan al pueblo; noticias tardías u omitidas; la posibilidad de que los sucesos del 11J se repitan si no se comunica mejor; la noticia de los dirigentes no puede ser la primera en todos los órganos de prensa; transformar el modelo de comunicación política a la par del modelo de comunicación mediática; los estudiantes pasan de un nivel a otro de la enseñanza y se gradúan sin haber visto las publicaciones que se dirigen a ellos, porque lo que contamos no se parece a lo que ellos viven en la universidad, en la calle o en sus hogares; no vamos a construir en el imaginario de los jóvenes un país en el que ellos se sientan parte; cuando un grupo de jóvenes escenificó una protesta frente al edificio del ICRT, a los periodistas les prohibieron salir a reportarlo; el discurso políticamente correcto ya no comunica; gran cantidad de jóvenes se enorgullecen en decir que no ven el noticiero, que no leen el Granma, que no siguen los medios públicos en las redes; cualquiera sin ser periodista ni comunicador decide como los profesionales de la prensa deben dar las noticias.

Esos planteamientos, aunque sabidos, nunca antes se hubieran escuchado en público si no hubiera sido por internet y las redes sociales que propiciaron el surgimiento del periodismo ciudadano: una nueva forma de producción e intercambio de información, independiente del Partido-Estado-Gobierno, de las instituciones creadas para esos fines y de las políticas editoriales; un periodismo que ha puesto en aprietos a la prensa oficial y con ella a su tutor: el Partido-Estado-Gobierno. Algo que sintetizó una de los participantes en la reunión con el presidente con las siguientes palabras: "a una prensa no creíble, un Gobierno no creíble".

La reunión con el presidente hizo evidente la decadencia de la prensa oficial, mientras la calidad del periodismo independiente, realizado esencialmente por jóvenes, la demuestran los reconocimientos, nominaciones, menciones y premios recibidos en los últimos años.

En la clausura de la reunión, el presidente cubano, además de desaprovechar el señalamiento que le hiciera una periodista para que se disculpara de su fatídico llamado a los comunistas y revolucionarios a combatir a los manifestantes pacíficos del 11J, insistió en que lo ocurrido era parte de un plan que se venía preparando. Ante el reclamo de transparencia y participación, respondió que en Cuba sí existen esos mecanismos. Y contrario a Ana Teresa Badía, Armando Prats y Cristina Escobar, quienes plantearon que la gente no ve los programas ni sigue la prensa oficial, respondió enfáticamente que la gente sí sigue la Mesa Redonda y el Noticiero de Televisión.

Con esa visión tan ajena de la realidad, la prensa oficial no califica como periodismo y sí demuestra que está en su peor momento.

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